Mordisqueando la punta de esos alfileres con esferas de colores, tentando la suerte del lado del filo.
Leonel tiene la sensación de haber estado en este lugar antes, en ese limbo de malestar emocional, de molestar-emocional.
Conseguir una llamada es un proceso bastante engorroso. Se debe pasar por distintas etapas. Se debe burlar la mirada de los de uniforme azul. Encontrar la hora precisa, contar los minutos.
Todo para toparse con una negativa del otro lado del teléfono.
¿Cuando te das cuenta de que tus afectos no son tus afectos? ¿Cuando estos se toman la libertad de estallar en ira y recriminarte las heridas que les inferiste? O cuando se limitan a asentir en tono de desinterés "ajam", "Mirá" "bajón".
No me llames más Leonel, es una frase ya asimilada, ya masticada. Ya la escuchó varias veces.
Y llega a la conclusión de que para eso está el infierno, lo recluye de tus posibilidades de objetar, de pelear, de argumentar.
Afuera hay personas que no notan la diferencia cuando leonel es metido al agujero por meses cuando su comportamiento es malo.
Hay personas que se han esforzado por desdibujar huellas de no-presencia.
Hay personas que no lo aman, que ni lo odian. Simplemente su existencia no es relevante.
Y no hay peor cosa que el no odio y el no amor.
Es la misma nada. Es el infierno. Es la cárcel misma. Si, es la expiación de tus pecados.
Perséfone.
Perséfone.
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