Una hoja no leída de un libro no comprado, el reemplazo de letras por imágenes en movimiento y el spoiler de un momento de su vida.
Convencido de que está hecho para algo más en la vida que dedicarse a ser un académico viviendo en su cajita de cartón.
“Oceans rises empires falls”, suena en su tablet asentada en la gran mesa cuadrada obediente conforme a los códigos de protocolo empresarial.
El café amargo al lado, más azúcar, necesita más azúcar.
Y el no va a dejar de lado su oportunidad, su shot, su shoot. Al blanco, circulito rojo y blanco.
Y hay una sensación de cambio en el aire en la calle.
Hay revolución alrededor? Es hora de elegir un lado. El que más le acomode, y que le aproveche.
¿Como un hombre obsesionado con su propio legado puede ser buena persona? En efecto el no lo es. Por eso le gusta la obra musical Hamilton, de Manuel Miranda. El grado de identificación con la insatisfacción ha llegado a su clímax.
El orden de prioridades es subjetivo, está sujeto a cada realidad. Por cada realidad hay un universo alterno.
Quizás todo pasó cuando le dijeron que su voz era solo era sonido de fondo. Ni siquiera musicalización.
Marcos quiere ser orquesta.
Perséfone.
Perséfone.
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